Adolfo López Mateos, el primer Presidente entusiasta viajero de México (no por nada se le conoció entre la ciudadanía como el “viajes y viejas”) visitó Alemania en 1963. Se dice que el Canciller Konrad Adenauer le preguntó la extensión de la frontera con Estados Unidos. Ante la respuesta, 3,000 kilómetros, su comentario fue algo así como “ya quisiera que Alemania tuviera 10”.
Adenauer vio claramente lo que la clase política mexicana, entonces nacionalista y estatista, se rehusaba siquiera a contemplar: la extraordinaria oportunidad que representaba ser vecino del país más rico del mundo, las extraordinarias posibilidades en materia de comercio e inversión. López Mateos era un digno representante de esa clase política, un titular del Ejecutivo que había dicho que su gobierno era de “extrema izquierda dentro de la Constitución”. El mismo que dijo al presidente Kennedy, al tratar una cuestión territorial fronteriza, que no era agente de bienes raíces. Por décadas México tuvo con su vecino al norte lo que se conoció como el “Muro del Nopal”.
Como tantas veces, el país llegó tarde a la fiesta (en este caso del comercio y la inversión), pero finalmente llegó con Carlos Salinas de Gortari y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, 30 años después del comentario de Adenauer a López Mateos sobre ese enorme potencial, desperdiciado.
¿Una tormenta perfecta?
Desde 2018 se abrió una oportunidad (otra) en materia comercial y de inversiones para México: el llamado “nearshoring”, esto es, lo opuesto del “offshoring”: el ubicar un negocio en un punto lejano para abatir costos, como es destacadamente en materia salarial.
La oportunidad la abrió Donald Trump, el empresario convertido en Presidente de Estados Unidos y que siempre demostró una peculiar ignorancia en materia de economía, o al menos de comercio internacional. Para Trump, la balanza comercial (exportaciones menos importaciones) era aparentemente como un balance financiero, esto es, un excedente (superávit) representaba algo bueno y deseable mientras que un déficit era algo malo. Y los mayores déficits comerciales de su país eran con China y México (con Canadá era muy pequeño).
El neoyorkino nunca entendió que el intercambio de un país con el exterior es mucho más amplio, incluyendo inversiones, servicios, deuda o remesas. Un país puede tener un elevado déficit comercial pero un igualmente alto superávit en inversiones (como Estados Unidos) o en turismo (España), permite obtener las divisas para financiarlo sin problema alguno. Esto es, una parte de lo que se conoce como la balanza de pagos se compensa con otra. Pero eso Trump nunca lo entendió, y sobre todo la agarró contra la nación asiática.
Una China en que los salarios han aumentado en forma extraordinaria en décadas recientes. En varias regiones, por lo menos, ya no es el país de mano de obra barata que tantos siguen creyendo. El PIB por habitante de ese país, calculado con paridad de poder de compra (esto es, tomando en cuenta que un dólar en Nueva York no compra lo mismo que un dólar en Yemen), superará al de México en 2023 de acuerdo con estimaciones del Fondo Monetario Internacional. Por desgracia, pero México en ese aspecto sí mantiene su “ventaja”.
Se sumó la pandemia a partir de 2020, con la severa disrupción de cadenas de suministro, que no se han reconstruido por completo hasta el momento. Una lección de que era mejor tener la producción un poco más cerca, no al otro lado del planeta.
Trump, China y pandemia. Una especie de “tormenta perfecta” para que México se convirtiese en el afortunado receptor de empresas e inversiones, el puerto favorecido para el “nearshoring”.
Otra tormenta perfecta (pero negativa)
Excepto que, también desde 2018, México igualmente tiene otra tormenta perfecta, pero negativa: el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Una administración obstinada en destruir instituciones y mostrar su menosprecio por la inversión privada, tanto nacional como extranjera. Incluso antes de tomar posesión, con la destrucción del aeropuerto de Texcoco, AMLO mostró sus inclinaciones, que han continuado, entre muchas otras formas, con los ataques contra países otrora aliados: Estados Unidos y España.
A lo que se han sumado una cesión de poder y territorial a grupos del Crimen Organizado. A la explosión en el nivel de homicidios se ha agregado la extorsión en una escala que hubiera sido imposible de imaginar. A ello hay que agregar el deterioro en materia de infraestructura, como lo muestra claramente el aeropuerto capitalino (con tal de aumentar el atractivo de su propio aeropuerto, que por su lejanía y escasa conectividad ha demostrado ser un fracaso).
Y a lo largo de los años los ataques sistemáticos y la discriminación contra las empresas privadas de generación eléctrica se acumulan, provocando finalmente que Estados Unidos y Canadá recurran a los mecanismos formales de resolución de controversia del T-MEC. Mientras tanto, no hay empresa de cualquier tipo que pueda tener la certeza de una oferta suficiente y a precio competitivo de electricidad, fundamental en tantos procesos de producción. Mejor, quizá, irse a otra parte.
Ganadores: Vietnam, India, Taiwán y Corea del Sur (entre otros)
Al parecer efectivamente se han ido a otra parte. De las importaciones totales de los Estados Unidos, la ofensiva Trump tiene un impacto evidente en 2019, en que la proporción de China cae de 17.3% del total en 2018 a 14.6%.
Sí hay una evidencia de “nearshoring”, de ganar más fracción del mercado estadounidense por parte de un país vecino, sí existe, pero se trata de Canadá, que pasa de 10.2% en 2018 a 11.1% en el primer semestre de este año. La Unión Europea en su conjunto (27 países, por supuesto incluyendo el gigante exportador que es Alemania) ganó terreno inicialmente, pero después retrocedió para quedar más o menos igual.
En cambio, algunas naciones asiáticas destacan por su avance a partir de 2019. No es México el que gana terreno a costa de China, sino Corea del Sur, India, Taiwán y Vietnam. Este grupo de países (Asia 4 en la gráfica) pasan de representar el 7.2% de las importaciones estadounidenses en 2018 a 10.6%. El incremento más notable lo representa Vietnam, que pasa de 1.6% a 3.3%, más que duplicando su participación en apenas cuatro años y desbancando a Corea como el más importante del grupo. Es, sin duda, un nuevo tigre asiático.
¿México? Pasa de 11.1% en 2018 a 11.6% en 2019, para retroceder a partir de entonces, exactamente como lo hizo la Unión Europea. En 2022 tiene, de nuevo, 11.1% de las importaciones de Estados Unidos, un absoluto estancamiento. No hay evidencia de que el país, bajo esa métrica, se esté beneficiando en lo más mínimo del “nearshoring”.
https://www.claa.org.mx/noticias-de-comercio-exterior/2141-17-de-agosto-de-2022.html